El concepto de actividades de
la vida diaria no hace referencia a las funciones dependientes de una parte
concreta del cerebro. Es el nombre con el que se agrupan las actividades más
comunes que realizamos las personas diariamente. Se diferencian dos niveles de
complejidad, las actividades básicas de la vida diaria y las actividades
instrumentales. Dentro de las básicas se incluyen el aseo, el vestido, el
control de esfínteres y los desplazamientos, por citar las más importantes. Las
instrumentales hacen referencia al manejo de la persona en la comunidad; el uso
del transporte público, los bancos, la realización de compras o gestiones
administrativas, el desempeño laboral son algunos ejemplos.
La autonomía en las actividades
de la vida diaria la conseguimos las personas mediante el concurso simultáneo
de todas las capacidades que se han descrito con anterioridad: alerta,
percepción, cognición, movilidad, etc. Se trata de un concepto esencial tanto
en rehabilitación como en atención social ya que gran parte de los objetivos de
los equipos de intervención se sitúan a este nivel. Es más importante progresar
en independencia en la realización de las actividades de la vida diaria, que conseguir
demostrar progresos en procesos muy concretos que pueden no verse acompañados
de incrementos en la autonomía. Es por ello que gran parte de las medidas de
resultado a utilizar en estos ámbitos asistenciales hayan de centrarse en
cuestiones de funcionalidad, es decir, de desempeño de las actividades de la
vida diaria.
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